Capítulo
3: “Nuestro proyecto de transmisión no puede
conciliarse con las presiones sociales que sufre la escuela”
La institución quiere democratizar el acto
pedagógico, es decir hacerlo accesible a todos sin perder el carácter
extraordinario. Para ello, Meirieu propone como requisitos: generosidad en el propósito,
es decir voluntad de no hacer el encuentro con el saber sólo para la elite sino
para todos; y verdadera democracia, ofreciendo a todos los alumnos los medios para
comprender el mundo y ocupar un lugar en él.
El problema surge, dice el autor, cuando un proyecto
educativo se engrana según la demanda social y las reformas se precipitan sin un
horizonte político preciso. En este sentido, hubo un frenesí reformador, una “explosión educativa”: instauración de la
escuela única en 1975, renovación de los colegios y los institutos en 1981, ley
de orientación que implanta los ciclos en la escuela primaria en 1989 y,
creación de multitud de ramas y clases especializadas. Esto conlleva a una
escuela que inventa multitud de dispositivos y acaba por perder de vista el cara a cara pedagógico.
En base a esto, el autor aconseja, que es necesario adueñarse del proyecto de la escuela o
centro de enseñanza para poner en su punto de mira el acto pedagógico. No hay
que olvidar nunca que se trata de la transmisión, por tanto, del encuentro con
la cultura de los hombres. No hay que perderse en los delirios organizativos,
sino que hay que entregarse a proyectos que apoyan nuestro deseo de enseñar y
suscitan la voluntad de aprender de los alumnos. Siempre hay que facilitar que
todos los alumnos progresen, y para ello el seguimiento, la labor
individualizada, el codo a codo, son necesarios.
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