Capitulo 2: Enseñemos para que los demás vivan la alegría de nuestros propios descubrimientos.
Todo esto es lo que nos alienta a intentar que se produzca el acto pedagógico. Entonces aspiramos a un encuentro ideal con alumnos perfectos.Pero al chocarnos con la realidad: tanta burocracia institucional, más el alboroto de los niños, nos irritamos de manera casi permanente, sacando esta situación alejado de lo esencial; parece que tienen como objetivo principal que no enseñemos. Propone el autor que halla un acercamiento desde la administración para con los alumnos y a partir de un diagnóstico conseguir una eficacia inmediata, identificar, proponer en práctica remedios necesarios.
En nuestro capitulo se menciona un ejemplo sobre la esencia de lo que el autor, a nuestro parecer, quiere transmitir. Es el caso del Profesor Germain, recordado por su alumno Albert Camus. Luego de muchos años este ultimo le escribe una carta al profesor que dejó en su vida una huella imborrable
París, 19 de noviembre de 1957.
Querido señor Germain:
Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo.
Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continuarán siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.
Lo abrazo con todas mis fuerzas.
Albert Camus.
Querido señor Germain:
Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo.
Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continuarán siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.
Lo abrazo con todas mis fuerzas.
Albert Camus.
Abigail, Cecilia, Luciana y Janet
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